La obra negra

 

De Nuevo

Ese sonido espantoso: de nuevo. ¿Me estoy volviendo loca? Y aquí está de nuevo. Cada vez más hostigante. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. De nuevo. No lo soporto. Tendré que levantarme de la cama, respiraré, caminaré, daré tres vueltas al departamento, necesito calmarme un poco. De nuevo. Me doy cuenta que estoy sola. No recuerdo bien si así es; sé que es raro. Respiro, camino, de nuevo, le doy una vuelta a la recámara, me asomo debajo de la cama, abro la ventana, reviso cada rincón del librero, de la alfombra, de mis cajones, de las repisas, de mi baño. De nuevo. Pensaré bien las cosas, pondré manos a la obra. En pos de la a-ni-qui-la-ción de cualquiera que sea la engendredadora de e-se-so-ni-do, así sea yo, así sea Dios.
Ya he revisado por todas partes, no para de emitirse, y no lo encuentro. No me acostumbro, tengo que desaparecerlo, tengo que borrarlo, debo volver a la tranquilidad. Ahora que reviso el departamento conozco rincones que jamás he visto; detalles que no son míos.
Sudor, ¿frío?, sí, frío. Mi pelo está seboso, mi boca apesta, ¿pesadilla? Incoherentes mis pensamientos. De nuevo. Podría acostumbrarme a él, no me desespera tanto como en el sueño. Podría vivir con él para siempre. Es bueno. De nuevo. Qué bello sonido. Aún no despierto, no puedo, me siento siento, de nuevo, incoherente, no he salido me siento: trato de ensamblar lo que pienso, de nuevo, son piezas de lego, de logo, delego.
De nuevo, ¿es el timbre?, ¿tengo timbre? Claro que ese es mi timbre, mi timbre. ¿Qué hora será?, no creo que sea muy tarde. Camino mis diecisiete pasos de la cama a la puerta, esta vez han sido dieciocho, diecinueve, viente, de nuevo, vientiún pasos. Le doy la vuelta a la perilla, joloncito y.
Hija de perra, que te me has vuelto una mierda. Déjame pasar chingaos, déjame pasar. Quítate, perdón no te quise emppujar, estoy algo agitado, esta noticia me ha trastornado, ¿trastornado?, encabronado, ¿puedo decir encabronado?, encabronado pues, ¿que cuál noticia? Por favor Ceno, no me salgas con eso, si vine es porque quiero que me expliques. ¡Que me expliques!, y no me vuelvas a decir que no eres Ceno, Cenobia.
Abro los ojos, respiro, en uno, dos, podré ver, tres segundos, ya veo. Mi cama. Me pica la cabeza. De nuevo, pero yo creo que ahora sí ya me acostumbre, un sonidito penetrante e incisivo no le hace daño a nadie, supongo, habrá quien viva toda una vida con peores cosas. De nuevo. No, ¿a quién quiero engañar? No lo soporto. Reviso, lo más abajo que pude y lo más arriba, me siento ligera, una pluma, me desplazo sin esfuerzo y me agacho sin resistencia. Cenobia es un nombre raro, Ceno, Cenobia es un nombre raro, Ceno.
Abro los ojos, ¡un momento!, esa no era mi puerta, de nuevo, esa no es mi puerta. ¿Tengo timbre? Yo no vivo aquí, esta no es mi cama, esa no es mi alfombra, ese viento no entra por mi ventana. Menos mal que sí está mi buen perro. Cenobio el buen Cenobio, tan leal. Qué buen es tener perro, ¿verdad Cenobio? Que bueno es acariciarlo y apretarle las orejas. ¿Verdad cenobito?, qué bueno es acariciarte, y que te voltees y me pidas que te frote la panza mientras mueves la cola. Ajá, justo así, así mi perro, ¿quieres comer?
De nuevo. ¿Que dices? ¿Dijiste de nuevo? ¿Salió de tu trompa un de nuevo, Cenobio? ¿De nuevo? Carajo, Cenobio, ¿por qué de nuevo? No, Cenobio, no. No puedo vivir con ese sonido, no puedo vivir, mucho menos si son tus ladridos.
Tendrá que matarlo, entonces. No señora no se preocupe, no, mire, es que pasé por aquí y la escuché hablando sola, señora. Como tenía abierta la puerta, pues, no señora, lo que quiero decirle es que supuse que quería compañía. Yo no suelo inmiscuirme por ahí, en cualquier parte, señora, pero, sí, estaba abierta la puerta, le digo que pasaba por aquí, no, no nos conocemos, lo que pasa es que la escuché y supuse que, no señora, no escucho ese sonido, no se a qué se refiera. Pero mire, si ya no lo sporta, mátelo. Sí, al perro pues. Mire, si usted no quiere, lo puedo hacer yo, mire, qué curioso, justo hoy acabo de recoger del taller mi pistola, mírela, ¿disparamos?
En este momento no sé de qué me habla, ese balazo podríamos aprovecharlo para usted, o para mí, para mandarme a un lugar tranquilo, de nuevo, libre de denuevos. Exacto, sí, el perro debe vivir, en todo caso, por cierto, ¿usted cómo se llama? Cenobio, Cenobio se llama el perro, ¿y usted? ¿Ya me lo había dicho? Déjeme ver, de nuevo, no, no lo veo, no lo ha dicho. ¿No lo recuerdo? No, al perro no, no, Don Cenobio, digo Don Perro, usted, como se llame: no. A mí, el tiro a mí. Perdón no me quise poner así. Venga acá, aquí en la sien, qué frío. Gracias. Uno. Dos. Tres. Cuatro. De nuevo.
Abro los ojos, de nuevo, no es mi ventana por donde no entra el aire. ¿Cenobia? ¿Cenobia?, me dejaste hablando solo con tu perro.





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