La obra negra

Abrumado, con olor a radiador y sudor en las piernas, frente al rojo. El semáforo refresca. El tipo de adelante no se da cuenta e impide el avance de quienes detrás de él estamos. ¿Qué?, ¿es la decisión de su vida?, ¿por qué no se mueve? Cláxones, cláxones. ¿Acaso si da vuelta a la derecha, regresará a su hogar a contemplar el rostro cansado de su esposa, como desde hace quince años? El sol derrite el pavimento, el aire es denso. ¿Por qué no avanza el tipo? ¿Acaso recuerda cómo se esfurmaron sus sueños? ¿Recuerda la constante adquisición de sogas? ¿Departamento, automóviles, cocina integral, refrigerador despacha hielos, centro de lavado, bicicleta fija, televisor, sistema de cable, decodificador? La grasa de los motores, el alarido de los cláxones. ¿Acaso piensa en sus logros? ¿En su trabajo seguro, en sus dolores de cabeza, su panza indecorosa, la descomposición de sus anhelos, ahora pueriles? La irritación del poliester en los muslos, el brillo hostigante de la hojalata. ¿Qué?, ¿si no gira a la derecha comenzará una nueva vida?, ¿ya no se angustiará al ver el seño frustrado de su esposa, ya no tendrá que aguantarse las ganas de gritarle a su hija, no volverá a hacer ejercicio, no volverá a comprar un tiempo compartido?
¿Por qué no avanza, por qué no sigue adelante el tipo?
Comprendo su dilema y dejo de tocar el claxon. El tipo ha dado vuelta a la derecha un tiempo atrás. Soy yo quien, con el pensamiento en él y la mirada absorta en el espejo retrovisor, recibe los pitazos y los gritos. Quiero apretar el acelerador para cruzar la avenida y seguir adelante, no puedo, no puedo apretarlo, yo también debo dar vuelta a la derecha.